De
la granada
Recuerdo
ese día, ese momento con claridad. No se porque pero estaba en campo abierto,
había muy pocos lugares para esconderse y me quedé oculto tras una roca pegada
a un árbol que me daba su sombra. Delante mio, como a 50 metros estaba la casa.
Era vieja y en ruinas, pero no estaba abandonada. Yo estaba correctamente
uniformado, con mi casco y mi fusil listo para atacar, pero primero debía saber
cuantos había en la casa, su determinación a atacar y su capacidad ofensiva. No
me tomó más de unos pocos segundos para ver que solo había uno en una ventana
del segundo piso y que no estaba muy deseoso de luchar. Empecé a disparar pero
no lograba que mis disparos dieran en el blanco y la gruesa madera retenía las
balas como para darle a través de la pared. Decidí que debía tomar la
iniciativa y salí al frente, dejando la protección de la roca y la sombra del
árbol, me enfrenté a pecho descubierto al enemigo buscando apuntar más
certeramente y liquidarlo. Mientras hacía el movimiento, me vio. Casi creo que
sonrió al llevarse la mano al pecho y jalar una granada de mano. Vi claramente
que tiró del seguro y con asombrosa puntería me la lanzó. Pude ver la granada
tipo piña volar en arco hacia mí y me agaché, logrando que pase sobre mi cabeza
y caiga detrás mio uno o dos metros pero claro, ES UNA GRANADA… LAS GRANADAS
EXPLOTAN!!! En cuanto escuché que tocó tierra, di un enorme salto hacia
adelante para evitar la explosión y la onda expansiva, rodé lo que pude, me
agazapé y me protegí con manos y pies haciendo un escudo con mi propio cuerpo,
esperando la explosión.
El
tigre
Se
suponía que sería un muy bonito día de sol y excursión. Algo así como un safari
fotográfico a campo abierto, pero en una zona segura. Mi esposa y yo estábamos
bastante entusiasmados, ella algo temerosa y por momentos culpándome por estar ahí en aparente
peligro, pero igual con el entusiasmo de ver a animales en su hábitat. De hecho
sería toda una experiencia. Todo iba bastante bien, paramos en un lugar que nos
dijeron que sería seguro para beber agua, comer algo ligero y ponernos a la
sombra para evitar el sol que a esa hora superaba fácilmente los 40°. De pronto
escuchamos ruidos a un lado del grupo, como la hierba seca cuando se quiebra y
vimos a no más de 10 metros un hermoso tigre de bengala, enorme, imponente,
pasando como si no nos viera. Todos de manera natural volteamos a ver al guía
para, con la mirada, consultarle si eso era “normal” y su cara de absoluto
pánico nos dio la respuesta. Era un tigre que se extravió de su grupo o decidió
explorar lejos de su ambiente y que en el camino se topó con nosotros. La
camioneta arrancó y se dirigió hacia el tigre para buscar distraerlo, pero solo
logró que se asuste y se mueva hacia nosotros, con lo que el grupo se separó.
Yo tomé a mi esposa del brazo y nos movimos hacia el árbol pensando en ganar
altura, pero para nuestra mala suerte, el tigre nos vio y decidió empezar con
nosotros, así que inició medio a correr y a acercarse. Me coloqué delante de mi
esposa para cubrirla con el cuerpo cuando a 5 metros para llegar, el tigre dio
un gran salto buscando caer sobre mí. ¿Qué podía hacer? Me agaché un poco con
lo que alcancé a ver su vientre y me pareció que podría intentar golpearlo ahí.
Todo esto en cuestión de segundos. Me aluciné dentro de un videojuego y estiré
fuertemente la pierna empujándome del suelo con las manos. Le di en el centro,
entre las costillas y el vientre, sentí el golpe y ambos caímos pesadamente en
direcciones contrarias. Le dije a mi esposa que corriera mientras veía al tigre
reponerse y buscarme con la mirada. Me quedé tendido en el suelo.
La
puerta
Una
de las imágenes más comunes en época navideña es la de una persona cargada de
paquetes, generalmente regalos, intentando con dificultad entrar a su casa. Un
día que yo era una de esas personas, me tocó sufrir la complicación de salir de
la tienda con no pocas bolsas en ambas manos llenas de complicadas cajas que
apenas entraban y cuyas asas me estaban poco menos que desgarrando los dedos.
Logré tomar el taxi, acomodar los paquetes como pude y dirigirme ansioso a casa
para poder liberarme de tan complicada carga. A medida que íbamos llegando, ya
iba sacando mis llaves del bolsillo, ordenando la “logística” para poder bajar,
entrar y descargar rápidamente cuando noto a cierta distancia que hay dos
personas paradas en la puerta del edificio conversando, una de ellas bloqueando
la puerta pero con la misma abierta por lo que pensé “pasaré más rápido y
fácil, que suerte”. El taxi se detiene, pago, me bajo y le agradezco deseándole
felices fiestas. Me acomodo con las cosas lo mejor que puedo y me acerco a la
puerta torpemente. Cuando ya estaba cerca, salude a ambas personas, jóvenes de
aproximadamente 25 años (somos nuevos en el edificio y aun no conozco a todos)
pero no me devolvieron el saludo, de hecho me pareció que sonrieron. La persona
que bloqueaba la puerta apenas se movió dejando una rendija por la cual no
pasaría sin paquetes, menos con ellos. En ese momento noté que habían decidido
que sería su diversión del momento. “No lo dejes pasar, a ver como hace”. De
todos modos lo intenté para que sienta y note que… NO PASO!!! y lo acompañé con un “permiso por favor” que no recibió
siquiera una mirada del graciosito, logrando que se mueva “un poquitito más”.
Nuevamente, ya con mayor fricción, intenté pasar y le volví a repetir mas
fuerte que me diera permiso, se movió apenas más dejando que uno de mis brazos
pase por completo supongo que pensando “ya se atoró”. Realmente perdí todo
espíritu navideño en ese momento, me las arreglé para aprovechar ese brazo y,
dejando caer los paquetes, hice un giro para tomarlo violentamente por el
cuello. Soy zurdo, por lo que ese era mi brazo fuerte y lo sorprendí con la
reacción. Apreté muy fuerte haciendo candado, perdimos el equilibrio y caímos
pesadamente al suelo golpeándonos contra el borde de la puerta y el suelo.
La verdad
Estoy
seguro que en este momento todo lector que logró llegar hasta aquí pensará que
tienen estas tres historias en común, de las cuales a duras penas es creíble la
tercera. Es decir, una guerra mezclada con un safari y un matón navideño está
medio raro. Bueno pues, lo primero que tienen en común es que si no lo notaron,
en los tres casos yo termino en el suelo al final del relato, algo golpeado y
luego de un movimiento brusco. Esto se debe a que en los tres casos, luego del
movimiento brusco lo que realmente pasó fue que me CAI DE LA CAMA. Así es
estimados todos, fueron tres sueños extremadamente reales, lo suficiente para
producirme una estrepitosa (y dolorosa) caída de la cama y para darle a mi
esposa la sensación de TEMBLOR. La conversación que tuvimos en cada caso al
levantarme y notar que no estaba ni en la guerra ni de safari ni en plena pelea
callejera me la reservo, pero les diré que pocas veces nos hemos reído tanto.
Reflexiones
1. Creo que necesito cambiarme de lado de la cama (aunque le caería encima a mi esposa).
2. ¿Alguien conoce a alguien que analice sueños? Mi madre me dice que vaya donde una bruja.
3. De una u otra manera, mi esposa no se aburre conmigo en la cama.
4. Al día siguiente de cada caída, la familia, amigos y todo el que se cruza en su camino escucha la hilarante historia del grandazo de 1.85m y 36 años que se cae de la cama.
5. Jamás olvidaré que luego del sueño de la granada más de uno, empezando por Victor Hugo, me saludaron simulando con la boca retirar el seguro y lanzándome el artefacto ese.
6. ¿Cuál será el siguiente?
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