martes, 5 de marzo de 2013

Tocar el cielo – Cuarta parte (…y quedarse ahí)


Cuando pasas de los treinta, cuando te vas acercando a los cuarenta, y aun no tienes hijos, el tema se empieza a poner denso. Ya no solo eres tu quien lo piensa y seguramente desea, sino que el mundo a tu alrededor parece no hablar de otra cosa. No como cuando muchachos, ahí te caía un lapo si pensabas en el tema porque “primero son tus estudios” y “¿cómo lo vas a mantener?” entre otros mini discursos clásicos. Estando ya cerca de los cuarenta, tuve hace exactamente un mes la enorme dicha, el honor y la felicidad nerviosa de estar presente cuando llegaste al mundo.

Era martes, era 05 de febrero, era el 2013 y era muy temprano en la mañana. Me vestí de doctor sin serlo, de reportero sin serlo y de padre preparado sin estarlo. Entré a la sala de parto donde tu mami ya estaba lista, los doctores también y nos imaginamos que tú también. Yo, bueno yo, imaginemos que también. Te filmé al salir. No lloraste, renegaste y le reclamaste al doctor. “Sacó el carácter de la madre” dijo y todos reímos mucho. En realidad mamá y yo no paramos de llorar de alegría y yo no podía dejar pasar ningún detalle. …5 en cada mano …5 en cada pie …respira bien …¿qué le hacen? …no, nada de fórmula. En fin, no recuerdo haber sido más feliz que el día que naciste, que el día que pasamos a ser padres, tus padres Fernanda Lucía.

Un par de días en la Clínica y a casita, a disfrutarte al máximo. Bendita la ley que me permite estar cuatro días contigo y maldita a la vez por solo ser cuatro. ¡Se pasaron muy rápido! Al quinto día tuve que irme a la oficina y me costó más que cualquier cosa en la vida. Era dejarte, era no tenerte a la vista, era no oírte, no cargarte, no olerte. Era solo soñarte hasta la noche que regrese, así que lloré. Ya en el auto, ya a solas, lloré. No es novedad, soy llorón, pero cómo sufrí ese día hijita, esas lágrimas exageradas me salieron del fondo. Hoy me he tenido que acostumbrar a la idea y busco aprovechar cada segundo contigo, porque tu ausencia se hace muy larga cuando me voy a trabajar. No sé cómo hacer para que me entiendas, porque tu mami y tú se quedan solas todo el día en la casa y yo me voy a la calle, a reuniones, a ver gente, a cambiar de aire. No sé cómo hacer para que me entiendas hijita que dejaría todo por estar con ustedes en ese encierro inevitable del primer mes. Dejaría reuniones en las que como tonto muestro tu foto a clientes que no entienden o no les importa mucho. Dejaría almuerzos en los que mi jefe sabe cómo me siento y me hace alguna broma para relajarme. Dejaría la calle, la oficina, la gente, todo por quedarme contigo. Ese “beneficio” de salir es un sufrimiento en sí mismo, es así que esa calle “liberadora” me estresa, me pone de mal humor, me amarga. Es así que llego a casa lo más temprano que puedo para verlas, para ayudar en lo que pueda porque tu mami está cansada de un día agotador contigo y es así que algunas veces soy útil y otras no tanto, debo trabajar, derramo el agua, boto el pañal limpio, demoro el shampoo o inclino mucho el biberón. Pero al menos estoy aquí, al menos estoy con ustedes y eso, solo eso, ya alegra mi vida. Eso, solo eso, es para mí no solo tocar el cielo, sino querer quedarme ahí, con ustedes, con mi esposa a la que amo y con mi hija Fernanda Lucía que sabe hacerme sonreír con solo decir su nombre.

(60 minutos)

Paradojas de la vida, en pleno escribir me llamaron del trabajo y estuve una hora nuevamente ausente de casa. Regresé.

Soy padre, somos padres. Nada de lo caótico y estresante del día a día hace ni hará jamás que mi amor, dedicación y entrega por el hogar que hemos constituido disminuya. Nada hará que deje de pensar que no hay nada como lo que estamos viviendo, esto es el cielo y quiero que sea para siempre. Dile Fernandita a tu mami que pase lo que pase, gire el mundo o se detenga, vaya o venga la marea, viviré agradecido por haberme regalado el privilegio de ser tu papi. Feliz primer mes hijita.



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