lunes, 7 de diciembre de 2015

No se trata de dar DINERO


Recientemente, hemos sido testigos del crecimiento de lo que podemos llamar en general RSE, siglas que ya no son ajenas (afortunadamente) para casi nadie.

RSE (Responsabilidad Social Empresarial) puede entenderse como la voluntad de una empresa u organización de devolver a su entorno una equivalencia que represente lo que significa para ella poder trabajar, producir y desarrollarse. Es comprometerse con su entorno. Ahora bien, la forma como implementamos RSE es lo que con los años ha ido teniendo más relevancia, empezando como presupuestos anuales para actividades, comités internos y hasta en muchos casos ya, ser áreas completas y de gran importancia. En paralelo, la evolución de la RSE ha ido de la canalización de ese presupuesto en soporte básico para zonas vulnerables (servicios, pintado, implementación de espacios públicos, actividades de integración, etc.) hacia la búsqueda de soluciones sostenibles en el tiempo para ayudar a un verdadero desarrollo de las zonas de influencia y/o los grupos de interés.

En esto último es donde reside el verdadero valor que está alcanzando la RSE en adelante, pues estamos pasando de entregar “cosas” a trasladar conocimiento. Estamos superando la instancia “tangible” para ir hacia el valor real de lo formativo. Estamos transformando a las personas y eso es lo que da sostenibilidad, eso es lo que tiene que ser RSE en todos los ámbitos de su implementación.

En mi experiencia al frente de una empresa que ha tocado la vida de casi un millón de peruanos a través de la capacitación emprendedora, puedo dar fe que el mayor valor que encuentran las personas en la oportunidad de ser parte de un programa de RSE no está ni en los productos que puedan recibir ni en el capital (premio, semilla, de trabajo, etc.) que finalmente pueden o no ganar producto de su plan de negocio. El verdadero valor siempre lo encuentran en lo que aprenden, en cómo cambian su realidad a partir de SABER, a partir de CONOCER, a partir de IMPLEMENTAR. No se trata de dar dinero, pues de nada sirve si no logramos combatir el principal mal que aqueja a nuestro país, algo que daña desde adentro y que nos tiene divididos donde deberíamos estar unidos. Debemos combatir la exclusión ideológica, darle al ciudadano las herramientas que necesita para saber y entender cómo funciona su entorno, como puede BUSCAR su propio beneficio y el de los suyos de manera articulada con el crecimiento de nuestra sociedad. Una sociedad que crece de espaldas a sus habitantes, a TODOS sus habitantes, no podrá sostener ese crecimiento pues el gran pendiente siempre será la unificación en un frente común compartiendo oportunidades.

En este punto se suele pensar que el rol del Estado es decisivo y que le corresponde ser el llamado a tomar las medidas necesarias para resolver cualquier escenario de falta de oportunidades, sin embargo, y siendo esto válido en términos generales, le toca a la empresa privada, a los gremios, a todo aquel que se sabe parte del crecimiento y, consciente de ello, define sus lineamientos de RSE tomar acción activa en el proceso de “cambio de chip” para todos los estratos de nuestra sociedad. Este proceso inclusivo que nace de compartir conocimiento, de transformar la vida de las personas, de buscar y fomentar el emprendimiento, es el único camino que permitirá que el crecimiento sea sostenible en el tiempo y articulado para todos y eso es a lo que RSE debe apuntar, pues en el crecimiento sostenido de todos está el crecimiento de las empresas y de la sociedad en su conjunto.