viernes, 10 de junio de 2011

Tocar el cielo – Primera parte

Cuando pasas de los treinta, cuando te vas acercando a los cuarenta, ya eres un poco más cuidadoso para afirmar “esto es lo mejor que me pasó en la vida”. No como cuando muchachos, ahí lo mejor que nos pasó en la vida nos pasaba todos los días. Una ida a la playa, ser titular en el partido, el Nintendo nuevo, ese jean de moda o el primer quinceañero donde te pasaron una cerveza y jugaste a ser adulto.
Cuando pasas de los treinta, hay cosas un poco más difíciles de decir, como “eres mi mejor amigo” o “voy a empezar de nuevo”. Somos capaces de decir muchas cosas, aunque cada día nos resulte un poco más difícil, pero lo realmente complicado no es lo que decimos sino al final de todo, lo que hacemos.
Yo vivo un matriarcado que me hace infinitamente feliz. La verdad es que el destino quiso que sea así de fuerte el tema, porque realmente me rodean muchas mujeres maravillosas. Sin ir muy lejos, me casé con la mejor mujer del mundo, bella, inteligente, con un carácter que puede hacer temblar al más grande (puede, la he visto), con una sonrisa que es capaz de iluminar mis noches más que la más llena de las lunas o la más incandescente estrella. Y yo me casé con ella, y ella es mía para siempre. Pero si sigo mi recorrido matriarcal, existen mujeres increíbles que valen la pena mencionar, como mi Tata, esa hermana de mi madre, esa madrina inigualable, esa madre por decisión que me adoptó desde siempre como hijo y que me enseñó que la familia siempre es primero, que siempre seremos familia y que jamás debemos olvidarlo. Esa mujer asombrosa que me regaló tres hermanos y me permitió el privilegio de crecer con ellos. Esa es mi Tata, la que me sabe querer y me sabe cuidar, la que me aguanta siempre que necesito que me aguanten y la que todo lo soluciona no sin antes decir “cálmate Olga”. Y esta increíble mujer tiene una no menos increíble hija, con la que desde siempre tengo una conexión que trasciende las palabras, una capacidad de sabernos hermanos, de querernos y de estar ahí siempre. Hoy, esta increíble mujer ya es madre y estoy seguro que será tal como las mujeres que nos rodean, una madre de lujo.
Curiosidades de la vida, mi esposa y yo tenemos dos mascotas, ambas… si… hembras (mas féminas en mi vida) y absolutamente opuestas. Una alucinante Nera, nuestra labrador de 5 años, negra, hermosa, imponente y la engreída Gringa, nuestra gatita que se va para los 2 añitos y que es la ama y señora de la casa. Gringuísima de ojos verdes y mirada del gato de Shrek. Con ellas el matriarcado es absoluto y absolutamente maravilloso dentro de mis cuatro paredes.
Pero esto no es nuevo en mi vida, pues siempre fue regulada, medida, seguida al detalle por una mujer fuera de serie. Una mujer que sabe volverme loco con su preocupación por mí, tan igual a la que tenía cuando era niño pero sin la cual mis días se harían incompletos. Sin esa llamada diaria para saberme bien, mi día terminaría mal. Sin esa palabra para después oírme renegar y decirme “bueno, yo solo te estoy aconsejando” mis decisiones serían menos seguras. Sin ella, mi vida no sería lo que es y sólo sé que tengo la mejor madre del mundo. Ahora, siempre me quejaré de que cuando se reúne con mi esposa, el yerno parezca yo, pero en fin, son mis mujeres y me aman, honestamente, ¿Qué más se puede pedir?
Se puede pedir, como no, la fortuna de la Matriarca. Y yo la tengo. Por encima de todos y coronando nuestros días está ella. La Matriarca, la abuela de todos, mi Mamama. O como diría mi ahijado en la sabiduría de un niño “la Mamama viejecita”. Y es que no todos podemos decir mi abuela vive, tiene 97 años y juega la Tinka siempre. Mi abuela vive, tiene 97 años y más vitalidad que yo, más energía que yo, más sueños, más amor y más ganas de vivir que yo. Mi abuela vive, tiene 97 años y sabe que le faltan muchos planes por cumplir, es más, los sigue haciendo porque ella desde ya, es eterna. Mi abuela vive, tiene 97 años, es mi referente, mi motor más fuerte y sobre todo es mi gran amiga.
A todas ellas me debo, por todas ellas trabajo y soy mejor cada día. Son ellas las que hacen que mis pasados treinta y más cercanos cuarenta se sientan con responsabilidad pero con mucha ilusión. Son ellas las que me hacen sentir que cuando las veo, cuando las beso, cuando las abrazo, soy capaz de tocar el cielo.

7 comentarios:

  1. muy bien enserio se ve q tu familia te kiere muxooo n_n un gusto leer tu blog

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  4. ay que lindo que escribas asi de tu esposa y de tu tata y de tu ma y de tu hermana y de tu perra y de gata jeje ya quiciera que yo mi esposo sea asi un poko de romantiko .. no es mas que un puto anarko pero asi lo quiero jeje amor de putos jeje

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  5. muy bonito todo lo q escribiste se nota q aprecias y valoras a las mujeres q tienes en tu vida , gracias x valorarlas y todo lo q escribiste de ellas es simplemente hermoso , gracias :)

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