jueves, 4 de agosto de 2011

Tres chinchanas en un solo día – Día 2

PRIMERA CHINCHANA Gracias a la excelencia de la noche previa en Casa Andina, amanecimos lo más temprano humanamente posible y para las 9.30am ya estábamos bañados y casi listos, cuando sonó el teléfono. Era Patty, la tía de mi esposa, que nos llamaba para saber que tal llegamos el día anterior y que hicimos todo el día, además de hacernos una pregunta que me sonó extraña. Patty dijo ¿y dónde van a desayunar, chicos? El día anterior, en el taxi de ida a Casa Andina, el taxista muy amablemente nos recomendó desayunar en LORENA, una chicharronería muy reconocida en Chincha y en plena carretera. Se lo comentamos y me sorprendió aún más que nos pregunte donde queda, para luego aclararme que estaba con la familia a punto de llegar a Chincha, pues al final se animaron a hacer el viaje también. Les dimos el encuentro en LORENA II (si pues, tienen dos locales) y realmente disfrutamos en exceso de sus chicharrones. Yo no sé si serán los mejores del país, ahora muchos dirán “no, nada como La Sarita” o “se ve que no conoces el KIO” sin dejar de pensar en “te falta ir a Lurín” entre otras reacciones. Pues les diré que a todos ellos he ido, pero como en LORENA, chicharrón NO he comido. Y se los digo en verso.

Chicharrón de LORENA

Terminado el opíparo desayuno, nos despedimos pues Patty se iba con todo el clan a Paracas directamente y nosotros seguiríamos con el itinerario. Solo saliendo de LORENA, nuestra primera chinchana del día, notamos que al frente quedaba la bodega Bailetti, hasta ese momento desconocida para nosotros. Eran poco más de las 11am por lo que degustar estaba fuera de discusión pero igual entramos a conocer. No resistí la tentación y luego de pasear y algunas fotos, me vi tentado por lo que llamaron “su mejor pisco”, según me comentaron, un mosto verde recientemente elaborado. Me tomé la licencia de probar una pequeña cantidad (considerando la hora) como para bajar el chicharrón y quedé maravillado. ¡Calidad por encima de cualquier discusión! Definitivamente volvería antes de regresar a Lima para comprar unas botellas. Además, esa pequeña cantidad me entonó muy bien y me puso las pilas, por lo que mi esposa y yo tomamos (no, no más pisco) un taxi y decidimos no parar hasta llegar a El Carmen, su música, su zapateo y toda su magia.
SEGUNDA CHINCHANA Apenas uno llega a El Carmen, se escucha en cada esquina una cadencia diferente en el caminar de la gente. Un paso “bailetón y travieso” propio de quien tiene música en la sangre y ritmo en las entrañas. Lo que se hereda no se hurta y a nadie le queda duda que El Carmen es cuna de zapateo, música negra, arte y cultura, además de notables deportistas. Da pena si, que el abandono sea latente. No sentí en ningún momento (siendo 29 de julio) que hubiera el mínimo esfuerzo por hacer de este rincón un paraje turístico atractivo. Es simplemente que la vida sigue su curso y por esos días viene más gente, así que hay que aprovechar. Hasta este punto del viaje, todas las llamadas de atención posibles a las autoridades que simplemente no estuvieron nunca para hacerme sentir que se trabaja por mejorar.
Ya en la Plaza, cada medio paso te topas con grupos de adolescentes que desarrollan elaboradas coreografías de zapateo esperando la gracia del público con alguna moneda. Es impresionante lo fácil que lo hacen ver. Consultamos por la familia de familias en El Carmen, “chicos, ¿saben dónde queda la casa de los Ballumbrosio?” y nos dieron las señas para llegar terminando con “en el poste rojo, ahí es”. Dimos con la casa-templo, todo un santuario a la tradición de la familia, y nos informaron que el show era recién a las 4pm, por lo que podíamos volver más tardecito. Aun no era ni la 1pm así que decidimos cumplir un punto básico del itinerario: MAMAINÉ.
La gente de El Guayabo es gente buena, sencilla y amable. El Guayabo es un caserío muy cercano a El Carmen donde un día una cocina se abrió al mundo y desde ese momento, no hay quien diga que pasó por ahí y no comió donde la gran (en todo sentido) MAMAINÉ. Luego de un complicado camino de trocha, llegamos a “El Refugio de Mamainé” y de solo acercarte, te llenas de hogar, de olor a la cocina de la abuela, de historia. Con mucha suerte conseguimos una mesa rápido, ya que la gente no paraba de llegar. Como es costumbre en todo restaurante típico de la región, un grupo musical animaba el almuerzo y grupitos de baile de todas las edades distraían a los comensales. El día 1 me aguanté las ganas de pedir Manchapecho porque el de MAMAINÉ es simplemente una leyenda culinaria que no me podía perder, sin embargo mi expectativa fue ampliamente superada cuando me encontré con el “Mixto Mamainé” y mi esposa con el “Tacu Tacu Mamainé”. El Tacu Tacu estaba acompañado de seco con frejoles y cau cau, pero mi mixto era una cosa de locos. En un solo plato todo lo que hace de la cocina chinchana lo que es: Manchapecho, seco con frejoles, cau cau y arroz blanco. Los que no saben, ya a estas alturas dirán que cosa es el bendito Manchapecho; pues los que saben dirán que no es otra cosa que la combinación en un plato de carapulcra con sopa seca. La experiencia gastronómica fue embriagadora, más aun acompañada de un borgoña, y la nota de cierre fue la salida al salón de la propia MAMAINÉ que bailó, encantó y se tomó fotos con todos. Una mujer hecha a punta de olla y cucharón para quitarse el sombrero y hacer sonar los tenedores al aire. ¡¡¡GRANDE!!!

Mixto MAMAINÉ

Ya de vuelta en El Carmen, es de destacar el impecable show de la casa de los Ballumbrosio que se paga con la voluntad en la cajita y que se lleva para siempre en el corazón. Mi esposa tuvo una genial idea y antes del show se jaló a uno de los zapateadores para que le dé una clase relámpago con coreografía incluida. Quedó grabado en un video que guardo para mí pero es una experiencia que compartiremos como la nota diferente, lo que ese día nadie hizo, lo que siempre nos acompañará. De mencionar también al pequeño AMADU, el bebé de la casa de no más de 2 o 3 años que ya baila, toca cajón y encanta a todos. IMPERDIBLE.
TERCERA CHINCHANA Como para cerrar el día, ya de regreso a Chincha con la caída del sol y la llegada del primer grupo a quedarse con nosotros en el hotel, desde que nos vimos nos dijeron “tenemos hambre, ¿dónde comemos?”. Nosotros aun satisfechos del almuerzo, les pedimos al menos una horita para recuperarnos, luego de la cual les sugerí una pollería que yo conocía en la Plaza de Sunampe. “No tiene nombre pero es demasiado buena, pollo broaster con camote cortado y frito como si fueran papas” les dije. En realidad no tiene nombre afuera, pero todos lo conocen como LA PRISCILLA que es el nombre de la señora que se esconde en la cocina para sacar maravillas únicas. Vamos donde LA PRISCILLA entonces. El único plato que sirven es el pollo broaster y ni te atrevas a pedirlo con papas, porque la Sra. Linda, que es quien atiende, te come con zapatos y todo y te dice “nada de papas, acá solo se sirve camote”. Estuvimos muy cerca de esa experiencia, así que doy fe que la Sra. es de cuidado, “lo que Ud. diga, lo que Ud. diga. Camote será” fue el consenso. Luego de esperar cosa de 45 minutos, porque se hace todo al momento y lo vale, llegaron a nuestras mesas unas canastitas conteniendo crujientes piezas de pollo (que KFC ni que nada, con todo respeto, pero no hay nada que comparar) y delgados cortes de camote frito. Sin cubiertos (y repito, ¡ni los pidan!) así que a engrasar dedos y bocas. Éxtasis total, PRISCILLA nos dio un cierre más que redondo, de un día más que delicioso. No dudo que heredaré un par de kilos difíciles de bajar de este día, pero los recuerdos, los sabores y las experiencias pesan más y valen todo.
Pollo de LA PRISCILLA (antes)

Pollo de LA PRISCILLA (después)
Es así que el día dos cerraba la cortina con tres chinchanas haciéndolo inolvidable para nosotros y con una sonrisa en la cara que no tiene ni Garfield después de la lasagna. El segundo día no dejó mucho espacio para la búsqueda familiar, pero si nos permitió ubicar las calles y la zona donde mis abuelos iniciaron la historia de mi familia, a la pasada nomás, porque ya mañana nos escapamos a preguntar, a ver qué pasa. Sigo sintiendo que me esperan. Mañana seguimos, hay tiempo…

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